jueves, 10 de mayo de 2007

Capítulo I: La caida


Siempre he sentido algo. Indistintamente de todas las cosas que siempre sienta, hay algo que sobresale ante todos los sentimientos. Una calidez fría, si se puede decir. Quizá se asemeje más al sentimiento que puede tener uno enfrente a la nada. Bueno, algo así. Estar en frente de la nada y así caminar por la vida. Como si la vida fuese un fin que se me escapa y ya me cansé de correr. Ya me resigno a mi suerte de tornillo, de engranaje, de ladrillo del sótano. De éste que está sentado en frente de la computadora, o estaba, y toma un café muy frío. Recuerdo cuando me gustaba caliente… Eso no importa ahora.

Y en verdad no importa. No importó. Ya estoy aquí dispuesto al todo. Salí hace 3 minutos, muy bien contados, de mi trabajo. He fumado el cigarro hasta que el sabor del filtro me recordó que estaba fumando. La luz esta en verde para los peatones, así que me encuentro esperando. Imaginé que iba a estar nervioso. ¿Por quién? Ninguna persona ha quedado de los abrazos cálidos del pasado, el glorioso pasado. El recuerdo era lo único que me calzaba ante el frío pavimento, y ya la suela se había gastado.

Me gustó ver el rostro de las personas con las que trabajo. El entrar al edificio con mis más antañones Jeans, y una franela por debajo de una camiseta abierta. Nada parecido a aquél flux cuadrado y cuadriculado, o así lo veía yo a pesar de no tener nada de cuadrito.
La luz sigue en verde.

Aprovecho este instante para confesar que he estado escribiendo pensando justamente en sus nombres. Ustedes los que me miraban mientras escribía, a pesar de nunca estar ahí.
Ya cambió a roja. Un oportuno camión de Coca Cola. Y yo acostumbraba a tomar la otra marca.

Caer dentro de mí fue la premisa, aunque en realidad nunca dejé de caer. El golpe del parachoques en mis piernas, luego el violento doblar de mi cuerpo, la oda a la flexibilidad que me estrelló la cabeza en la capota. Y por supuesto, el salir disparado en el aire hasta rodar un par de veces en el suelo. Nada de esto lo sentí. Todo era caída, incluso al tocar el suelo. Pues nunca deje de ver como mi cuerpo se alejaba, cual barco navegando en la superficie y yo hundiéndome sin remedio mirando como salía del alcance de mi agitada mano. No, pareciera que no fuera agua, pues la caída era mucho más abrupta al principio. Luego fue como caer un una cadena de telas de araña – sentía los hilos romperse – que aletargo el estado.

Cuando ya en verdad no había nada el color era irreconocible. La sensación siempre fue la de caer. Aunque ya toda imagen estaba muy lejos como para hacer referencia de la velocidad o profundidad.

Esperé descansar.


Pero aún pensaba. Me atrapé recordando cosas. El cómo veía las cosas, el cómo de todo. El engranaje deliberado de mi vida, sus más exactas razones. No había luz y me parecía que había tanta claridad. Hasta ese hecho que prefería no recordar. O no ver.

Sucedía mucho en mi adolescencia y mi adultez temprana: veía gente que no estaba ahí. Nunca me pregunté las exactas preguntas, pertinentes a la situación. Si esquizofrenia o cosas del más allá – no sería raro en mi vida, aunque para cuando caí ya no creía en ello- nunca quise saber, y por ello no supe más- Los dejé de ver a los 25, deje de preguntarme por ello a los 23.

Pero eran personas. Aunque de ropaje extraño, o ropaje convencional; aunque nunca pareciera que me prestaran atención o me vieran, no eran tal cosa como fantasmas. Se sentía más como si el lugar donde estas visiones anduvieran tuviese nostalgia y las evocara. Y así yo las veía, atravesando lo que quizá, en el momento en que estuvieron ahí, no estaba.

Aún así, esta claridad sobre estos hechos ya no me servía. No me quedaba de otra que saber eso, y todos los otros conocimientos que me acompañan, en esta cálida caída eterna.
Nunca tuve tanto placer, y tanto miedo a la vez, de tener, como única compañera, a mi mente.

Y para ese entonces no entendía esta premisa.



2 comentarios:

Unknown dijo...

Sólo le diré que esperaré por la continuación del capítulo...o el comienzo del próximo...

BabeDeJour dijo...

Yo siempre la he visto como un no estar, estando. Pero la caída no me es extraña... de pequeña soñaba mucho eso, sin miedo, sólo cayendo.

Y en frente, la vida.